domingo, 17 de octubre de 2010

Curso PADI Open Water Diver (1ª parte)

Antes de nada, ¿por qué PADI?.
Hay diferentes organizaciones que te certifican como buceador (ACUC, FEDAS, PADI, CMAS...). Cada una tiene su sistema y sus peculiaridades.
Cuando me puse a buscar centros y clubes de buceo, lo primero que vi es que la mayor parte de la oferta del mercado la ocupan empresas que imparten cursos bajo la modalidad PADI. Hay una gran competencia entre ellas, por lo que puedes encontrar prácticamente las mejores ofertas si buscas bien (mi curso me costó alrededor de 120 euros menos del precio medio de mercado, ¡¡¡con alojamiento incluído!!!). Evidentemente, seguí la máxima del "bueno, bonito y barato".

Una vez pagado el curso, me entregaron un pack con dos manuales, un dvd, un log book y mucha publicidad de los diferentes cursos que ofrece PADI.
Antes del primer día del curso tuve que haberme estudiado los manuales, visto los videos y realizado las pruebas escritas de cada módulo. Tardé una semana dedicándole pequeños ratos cada día.

Y por fin llegó el primer fin de semana del curso!!!

Las prácticas de la primera parte del curso se realizan en piscina. A mi me tocó en el complejo deportivo HispaOcio de Villaviciosa de Odón, que no está nada mal. (http://www.hispaociovillaviciosa.com/)

Una vez allí, antes de que nos dejaran meternos en el agua, tuvimos que estar unas horas repasando las pruebas escritas y resolviendo las dudas que pudiésemos tener. Después, oímos las palabras tan deseadas: "vamos a por los equipos". Nos enseñaron qué era cada cosa, cómo se montaba y nos metimos en el agua.
Por fin respiré debajo del agua. Era la primera vez, ¡¡¡qué sensación!!! Parece una tontería, una acción sin importancia pero, para mi, hay que hacerlo y vivirlo para poder opinar acerca de ello.
Después vinieron los ejercicios típicos para familiarizarte con todos los elementos del equipo, para afrontar situaciones de emergencia, para saber movernos y estabilizarnos bajo el agua, etc. La mayoría resultó bastante sencillo.

Este primer fin de semana de aguas confinadas me gustó mucho. Aunque hay que decir que a mucha otra gente le resultó soso y aburrido. Supongo que, como todo, es cuestión de gustos.
La cuestión más importante es que ya teníamos la mitad del título de submarinista.

¿Qué me esperaría en la parte de aguas abiertas? Para saberlo tuve que esperar unas semanas.

viernes, 15 de octubre de 2010

Curiosidad por el mundo submarino

Mi interés por el mundo submarino surgió cuando apenas contaba con cinco años. Quizás fue porque mis padres me enseñaron a bucear antes que a nadar, o por la afición que mi padre siempre ha tenido al buceo y a la pesca. Seguramente sea una mezcla ambas, junto con otros factores inherentes a mi personalidad.

En fin, se puede decir que mi afición por el submarinismo surgió en el verano de 1987, año en que me compraron mis primeras gafas para bucear en las calas de Peñíscola (Costa del Azahar).
Por aquel entonces, la costa levantina estaba llena de vida. Nada más meterte en el agua ya tenías una multitud de peces rondándote por los pies. Daba gusto.

Con los años, cambié las gafas por una máscara, un tubo y unas aletas y comencé a hacer lo que hoy llamamos snorkeling. Y más tarde pasé a la apnea.
Cada año mi interés por conocer el mundo que había bajo el agua crecía más y más. Buceaba con familiares, con amigos... algunos de ellos con conocimientos mucho más amplios acerca de la práctica submarina que yo, de los que aprendí todo lo que pude.

Pasó el tiempo y cada vez me fui apartando más del submarinismo. Apenas buceaba una o dos veces al año en el lugar de playa que hubiese elegido para veranear.
Además, las playas y calas apenas tenían vida. Las pocas veces que buceaba solo veía unos cuantos erizos, algunos rascacios y pequeños ejemplares de peces que antes llenaban la costa como la salpa, la lisa o la oblada. Era un panorama muy triste. Démosle las gracias a la pesca de arrastre de los barcos, a la pesca masiva con caña, a la sustitución de las zonas naturales de costa por hormigón, al vertido de basuras al mar, etc.

Pasaron alrededor de 8 años sin que me metiese bajo el agua, hasta que en 2009 decidí pasar mis vacaciones en Mallorca.
Ese verano, al ver aquellas calas paradisíacas no pude resistir la tentación de bucear, aunque fuese solo (nota: no bucear solo nunca).
Por suerte, me llevé mis aletas, mi máscara y mi tubo de Madrid. Sabía que una isla podía darme la oportunidad de volver a bucear... y así fue.
Quedé impresionado por la cantidad de peces que había en calas cuya profundidad no pasaba de los 6 metros. Fue una gozada. Volvieron a renacer en mi las ganas de bucear y me dije: "¿por qué no me saco el título de buzo para poder hacer inmersiones con botella y explorar más a fondo el mundo submarino?"

Dicho y hecho. El verano de 2010 comencé mi nueva andadura: Me apunté a una escuela de buceo.