El buceo en apnea o buceo libre es aquel que se realiza sin suministro adicional de aire o, como suele decirse coloquialmente, "a pulmón".
Las personas tienden a pensar que esta práctica deportiva está exenta de riesgos, considerando el peligro de quedarse sin aire como único factor de riesgo. Pero es mucho más complejo que eso.
Esta práctica supone someter al cuerpo humano a una interrupción total del suministro de aire, por lo que el oxígeno disminuye hasta niveles que pueden llegar a resultar peligrosos.
Hay que tener en cuenta que la necesidad de respirar se produce por la acumulación de dióxido de carbono en el cuerpo, no por la falta de oxígeno. Por eso, los apneistas utilizan la hiperventilación, que es una práctica consistente en hacer 3 ó 4 respiraciones profundas antes de sumergirse, para bajar los niveles de dióxido de carbono y retrasar la sensación de falta de aire, prolongando así el tiempo de inmersión.
Aunque los buceadores deben ser muy ciudadosos a la hora de realizar esta práctica, ya que una hiperventilación excesiva puede reducir los niveles de dióxido de carbono tanto que el cuerpo se quede sin oxígeno antes de notar necesidad de respirar. Esto provoca la inconsciencia repentina y, si nadie puede socorrerte, la muerte por ahogamiento.

Este fenómeno supone un desmayo repentino por un descenso brusco del nivel de oxígeno en la sangre. La causa de este descenso repentino es la disminución de la presión que experimenta el buceador a medida que asciende a la superficie desde una profundidad de entre 15 y 20 metros, ya que los pulmones se expanden e invierten el proceso de intercambio de gases que se produce en los alveolos, pasando estos a aborver el oxígeno del torrente sanguíneo.
A priori, si un buceador sufre este síncope y es rescatado inmediatamente, no tiene porqué tener mayores consecuencias, ya que el peligro no radica en el desmayo, sino en el ahogamiento que se produce durante el estado de inconsciencia del mismo. Aunque hay que tener en cuenta que, cuando los casos hipóxicos se repiten, pueden provocar lesiones irreversibles en el tejido cerebral a largo plazo. Por lo que no se puede tomar a la ligera.
Además, este fenómeno se agrava con la hiperventilación, ya que los tiempos de inmersión y la profundidad son mayores gracias a esta práctica (entre un 40% y 60%). Por lo que utilizar esta técnica requiere de mucho entrenamiento y mucha prudencia.
Por último, aunque no es muy común, no deja de ser importante el hecho de que durante la apnea, a pesar de que se interumpe la respiración, el resto de procesos fisólógicos continúan, como el de absorción de nitrógeno por los tejidos. Por lo que el apneista no está exento de sufrir un ataque de descompresión.
Así que, al menos, dos ideas claras se desprenden de todo esto:
1) Bucea con mucha precaución y siempre dentro de tus límites.
2) Ve siempre acompañado y no pierdas la atención sobre tu compañero.